Entre todos los datos que la etiqueta de un producto nos muestra, hay uno en el que nos fijamos principalmente, y ese es su fecha de caducidad y fecha de consumo preferente.
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Antes de comprar, el consumidor debe realizar previsiones de lo que necesita para comprar lo necesario para su consumo real. No conviene que acumulemos innecesariamente alimentos perecederos.
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Es recomendable leer las etiquetas de los alimentos, de ellas se obtienen informaciones muy interesantes que nos ayudarán a escoger aquellos productos cuya fecha de caducidad o de consumo preferente sea más lejana. Sobre todo hay que fijarse en que no haya prescrito dicha fecha.
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Los congelados deben comprarse en último lugar y dirigirse inmediatamente al hogar para su almacenamiento.
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Cuando coloquemos nuevos productos en la despensa, poner delante los de fecha de caducidad más temprana.
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Almacenaremos los alimentos en condiciones adecuadas de sombra, frescura, refrigeración o congelación.
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Si un producto lo hemos adquirido con la fecha de caducidad prescrita, deberemos devolverlo con el tiquet de compra. Si detectamos un alimento pasado de fecha antes de la compra lo mejor es indicarlo en el comercio en cuestión.
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El responsable de que un producto esté en mal estado en el punto de venta es el vendedor. No obstante y ante la duda, cualquiera puede ponerse en contacto con el fabricante a través de su servicio de atención al consumidor.
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Los botes o latas abombadas o deterioradas deben evitarse, así como los productos congelados en los que la cadena del frío se haya roto. También los alimentos en los que se detecten olores, sabores o colores anómalos.
Fuente: Directos al Paladar