Un alimento integral es más completo y saludable que otro elaborado con harinas refinadas. Sin embargo, muchas galletas, madalenas, panes de molde o de cereales que se anuncian como integrales, solo lo son en una pequeña proporción. Aunque únicamente si es pan, harina o sémola integrales puedes estar seguro, te damos 4 reglas para confirmarlo al leer la etiqueta.
El consumo regular de alimentos ricos en fibra, como los elaborados con harinas integrales (o de grano completo o entero) resulta beneficioso para el organismo: facilita el tránsito intestinal, favorece el desarrollo de la flora intestinal (microbiota) y previene las enfermedades cardiovasculares, la diabetes tipo 2 y el cáncer de colon.
Refinado frente a grano completo
A diferencia de una harina refinada, que se obtiene únicamente a partir del endospermo del grano, una harina integral debería incluir el salvado (procedente de las capas de la cubierta) y el germen (el embrión de la semilla). De este modo el alimento suma el doble de fibra y de vitamina E, además del triple de fósforo y de vitaminas del grupo B.
Pan, harina y sémola: únicos alimentos regulados
Los únicos alimentos en los que la ley define cuándo se pueden llamar integrales son el pan, la harina y la sémola. En otros alimentos, aún no se ha regulado. En ausencia de norma, proponemos usar los criterios que ha fijado el Departamento de Agricultura de EE.UU. para llamar integral a un alimento, a partir de la información de la lista de ingredientes:
Desde OCU solicitamos una normativa que regule la denominación integral en todos los casos. También pedimos reducir el IVA del pan integral del 10% al 4% que tiene el pan normal.
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