La crisis financiera ha cambiado no solo el mapa bancario español, con la desaparición de 70 entidades en ocho años. También ha dejado a algo menos de 1,5 millones de españoles sin oficina bancaria con la que operar en su municipio tras el elevado número de cierres de sucursales producido por fusiones y reestructuración de las entidades. Ya en 2016 el número de clientes sin oficina en sus zonas de residencia se elevaba a 1,2 millones, según datos de un estudio confidencial del sector realizado con datos del Banco Central Europeo (BCE) y del Banco de España, entre otras instituciones.
Pero los cambios han sido mayores. Se ha producido una amplia dispersión en el grado de concentración bancaria. Cataluña, Cantabria, Navarra, Galicia y Aragón presentan una concentración de los cinco principales bancos españoles (Santander-Popular, BBVA, CaixaBank, Bankia y Sabadell) del 80%. A nivel provincial, la máxima cuota en número de oficinas que ostenta una entidad supera el 40% en Orense, Huesca y Teruel.
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Este mismo estudio señala que la oficina sigue ocupando un papel relevante en la relación con el cliente, aunque debe cambiar sus funciones ante un cliente más exigente y especializado, y que ha descubierto, o ese es el objetivo que se debe conseguir (eso no lo dice el informe, lo digo yo), que se perciba a un banco como una tienda en la que que si no te gusta lo que te vende poder cambiarlo sin compromiso.
La revolución tecnológica, además, ha irrumpido de lleno en la banca coincidiendo con su mayor crisis, lo que ha ahondado más en su ya herida rentabilidad, el eje central de su supervivencia, derivada de unos negativos tipos de interés.
Un estudio de 2012 de CEB Tower Group (antiguo, pero parece que tampoco hay muchos más recientes) indica que el coste de una transacción en oficina es 20 veces superior al de una transacción en el móvil, y 40 veces superior a una online.
Pese a esta revolución, el informe es optimista en cuanto al futuro de la ya mermada plantilla bancaria. Afirma que la tecnología juega un papel clave, pero no tanto para sustituir trabajadores como para apoyarles y liberarles de tareas rutinarias, permitiendo la especialización en tareas de valor añadido.
La crisis también ha modificado la estructura del negocio bancario. Hasta 2008 los balances de los bancos habían engordado a base de créditos hipotecarios. No había límite. La expansión de las cajas de ahorros, de hecho, se impulsó con la financiación a promotores para luego pasar a los compradores de las viviendas.
Hoy el desapalancamiento del ladrillo comienza a verse como una realidad cercana, tras una década de amortizaciones de hipotecas. Pero la banca ya tiene sustituto del crédito a viviendas. Este es el crédito a consumo.
No hay entidad financiera que no apueste por impulsar la financiación al consumo para crecer. Unos préstamos mucho más rentables que el hipotecario, ya que sus precios son mucho más elevados que el crédito destinado a la compra de viviendas.
De esta forma, la tortilla se ha dado la vuelta, y ya en 2017 los préstamos al consumo superaron al de hipotecas, sobre todo, apuntan fuentes financieras, como consecuencia del aumento de la financiación con tarjetas de crédito, el producto estrella del pasado ejercicio y de los futuros inmediatos.
Así, según el servicio de estudios de Bankia, en 2017 el nuevo crédito al consumo sumó 42.412 millones de euros, el 10,1% del total de la financiación concedida por la banca española, y con un crecimiento del 18,7% sobre el año anterior. El crédito hipotecario, mientras, sumó 36.505 millones, el 8,7% del conjunto de los préstamos, con un incremento del 17,4% sobre 2016. Aunque, como es lógico, el protagonista en volumen fue el nuevo crédito a empresas, que ascendió a 322.092 millones de euros, el 76,8% del total de la tarta crediticia. Pese a ello, su mejora sobre el año anterior fue del 9,7%, alto, pero mucho más bajo que el incremento experimentado por la financiación al consumo o incluso el hipotecario.
Este novedoso cambio de tendencia también justifica las modificaciones en los hábitos de pago de los españoles, cada vez mas proclives a pagar con tarjetas de crédito, y a firmar pequeños préstamos. A ello se suma el hecho de que la población que se decide por comprar una casa en una parte decide pagarlo con sus ahorros ante la baja o nula remuneración que se le concede por mantener su dinero en el banco.
Bueno, cambiando de tema. Nuevos rumores de fusiones. Pese a que España es, después de Holanda, Grecia y Finlandia el país de Europa con más grado de concentración bancaria, parece que el mercado y las autoridades supervisoras insisten en la necesidad de nuevas integraciones ante las bajas rentabilidades del sector, que aún no cubre el coste de capital, y sobre todo, ante las dificultades que pueden tener ciertas entidades medianas de conseguir financiación en el mercado de capitales en un futuro no muy lejano para cubrir sus colchones anticrisis, por poner un ejemplo.
Las insistentes y extendidas especulaciones de nuevas fusiones apuntan a dos bancos medianos, aunque las dudas están en si el BCE permitiría uniones de dos entidades con unos 50.000 millones de euros de activos de media. Desde luego, Luis de Guindos, próximo vicepresidente del BCE parece que no, o esa es la postura que ha mantenido en España mientras ha sido ministro de Economía.
Guindos como Danièle Nouy, responsable de la supervisión bancaria del BCE, son partidarios de que bancos medianos o pequeños sean absorbidos por grandes entidades, tendencia que ha predominado durante la crisis financiera. La excusa o razón, dos firmas medianas no dan como resultado una grande y fuerte, el resultado es la creación de una institución mediana algo más grande, pero este tamaño no garantiza una alta rentabilidad, ni tampoco un futuro sin sobresaltos. Consideran que el mercado seguirá dudando de su supervivencia a no ser que sea una entidad muy especializada.
Habrá que ver si los rumores se confirman. Mientras, los clientes siguen defendiendo un número razonable de entidades para evitar un oligopolio, el sector, sin embargo, mantiene que nunca ha habido una competencia tan feroz entre unos bancos y otros.
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