El supermercado de proximidad se sitúa a la cabeza en las preferencias de compras tanto en frutas frescas (42,2%), como en hortalizas frescas (40,1%) y en frutas y hortalizas transformadas (76,3%), según los datos del Informe del Consumo en Alimentación en España 2016. Los productos frescos, entre ellos las frutas y hortalizas, son una de las señas de identidad del supermercado de proximidad. Este segmento aúna las características que los consumidores aprecian de este modelo: variedad, calidad, sostenibilidad, seguridad alimentaria y precios competitivos muy cerca de sus casas.
Así pues, el supermercado es una plataforma ideal para estudiar los hábitos de consumo en frutas y hortalizas y trasladar la demanda a los productores. En líneas generales, las tendencias de consumo de frutas y hortalizas están influidas por el crecimiento de unidades familiares cada vez más pequeñas -el número de hogares de una única persona alcanzará el 28,6 por ciento en 2031 y de dos personas, el 32,1 por ciento, según el INE (Instituto Nacional de Estadística)-, por lo que el demanda se orienta hacia el mono-consumo y la conveniencia.
En este sentido, la venta por piezas es la preferida por el consumidor. Esta práctica le permite adquirir solo la cantidad de producto que necesita y, desde el punto de vista de la distribución, ayuda a transmitir los valores de saludable y sostenible que se buscan, además de ser un elemento de lucha contra el desperdicio alimentario.
Dentro de las características demográficas que influyen en la compra de frutas y verduras, podemos decir que son las parejas jóvenes las que más tiran del consumo. Las familias con hijos pequeños buscan productos saludables, de calidad, fáciles de consumir y a buen precio. Junto a ellos, las generaciones jóvenes –Millenials, Generación Z- trasladan a las frutas su preocupación por la alimentación saludable.
En este contexto se enmarca la búsqueda del bienestar de la sociedad actual. Las frutas y hortalizas son percibidas como productos saludables, sanos y naturales y, como tales, se encuentran en la base de la pirámide alimentaria de quienes buscan una alimentación acorde con un estilo de vida en el que la salud ocupa un lugar importante.
Este tipo de consumidor se muestra muy exigente en cuanto a los atributos que busca en las frutas y hortalizas. Calidad, calidez y sabor son los tres más buscados y resultan imprescindibles para ofrecer una experiencia de compra positiva. En este sentido, la comunicación entre la distribución y la producción es fundamental para trasladar a las zonas de producción las demandas de los consumidores con el objetivo de que se produzca aquello que se venda, y no al revés.
Una de las misiones de la distribución con base alimentaria es trasladar las necesidades del consumidor a los productores para que estos puedan responder de forma ágil a las expectativas de los mismos y realizar un trabajo conjunto en base a las premisas que se observan en los lineales. Éstas se pueden resumir en cinco: orientación al precio, asegurar volúmenes capaces de responder a una demanda creciente, asegurar calidades homogéneas de temporada a temporada; asegurar el surtido de nuevos productos que aporten valor al consumidor -la investigación de nuevas variedades y productos transformados junto con la presentación en nuevos formatos de consumo-; y, por último, proveedores con tamaño y flexibilidad suficientes para responder a las expectativas de los consumidores, que son cambiantes.
En definitiva, las frutas y hortalizas constituyen uno de los pilares de la distribución moderna con base alimentaria y las nuevas tendencias de la sociedad indican que lo seguirán siendo en esa búsqueda del bienestar que comparte la sociedad del Siglo XXI. Los supermercados, a la vanguardia en eficiencia logística, hacen que los consumidores españoles tengamos cada día una gran variedad de productos frescos a pocos metros de casa que pasan del campo a la mesa en menos de 24 horas.